Calla y no lo digas




No me digas que me amas
después de que haya matado una serpiente.
Cuando me ves como un héroe,
corriendo a protegerte,
dejando todo lo que esté haciendo para que te sientas segura.
Mejor dímelo cuando me veas sentado,
volviéndome humano,
y son mis miedos los que me atormentan.

No me digas que me amas
después de que te haya dado un regalo.
Cuando te sientes feliz,
porque eso que me pediste,
ahora lo tienes en tus manos.
Mejor dímelo cuando mis bolsillos estén vacíos,
con una flor en la mano que arranque por ahí,
y la desesperación está tocando mi puerta.

No me digas que me amas
cuando te busque o te mande un mensaje.
Cuando te haga reír con una tontería,
te invite a cenar a tu lugar favorito,
ese que encontramos justo para nosotros.
Mejor dímelo mientras estoy trabajando,
cuando mi espalda está cansada,
y el estrés del día a día me está consumiendo.

No me digas que me amas después de que te lo diga yo.
Cuando por compromiso o rutina se vuelvan palabras vacías,
con un dejo de sabor amargo,
sin sentimiento y con el corazón tibio.
Mejor dímelo justo antes de darme un beso,
en el momento que menos me lo espere,
cuando me veas y pienses que el amor no solo es fusionarnos en un cuerpo desnudo,
si no también cuando has visto mis imperfecciones y a pesar de ello, luzcan perfectas ante tus ojos.

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