Manual para leerle el amor
Tomé su mano y la invité a leer un libro nuevo. Vi de reojo su expresión, con esa chispa entre deseo y complicidad. Era la primera vez que estábamos juntos, en esa habitación, con una copa de vino corriendo por nuestras venas y la cálida luz de la tarde atravesando las persianas.
Con cuidado quité el celofán que lo cubría. Fue un descubrimiento poder observar la portada, hermoso título sugerente y bella caligrafía. Su dedo se posó en el nombre del autor y delineo las letras. Nuestras miradas se cruzaron, mientras yo lo giraba un poco para sentir el lomo.
Este era terso, como una perla. Invitaba a repasar con la palma su longitud, de arriba hacia abajo. Lento, disfrutando cada sensación y guardándola en la memoria. Sentados en la cama, nos quitamos los zapatos y leímos la contraportada. Interesante, llena de misterio y pasión. Nos desesperábamos por abrir el libro y repasar sus hojas, una a una, pero también es cierto que ese juego previo nos hacía desearlo cada vez más. No podíamos dejar que el ansía del momento nos robara esos instantes. No porque no fuera a haber más libros, sino porque este primero marcaría el ritmo de las lecturas venideras.
Nos recostamos uno a lado del otro. Puso su mano en mi pecho y me pidió que comenzara a leerle. Y eso hice. Empecé por la dedicatoria, despacio. A cada vuelta de página, la respiración se volvía más intensa. Queríamos llegar al final, intentamos incluso saltarnos algunos capítulos, pero no, seguimos en ese vaivén de ir y venir. Nos regresábamos a las partes que más nos gustaron y aquellas que no entendimos bien, las dejamos para una segunda lectura más a fondo. Y así fuimos, leyendo cada vez más deprisa, rítmicamente, en un baile sin fin...
Hasta que terminamos.
Puse el libro sobre la mesa de noche y nos quedamos acostados. Disfrutamos el calor de nuestros cuerpos y la explosión de nuestra lectura. Y así, sin más, se quedó dormida, mientras mi brazo la rodeaba y mi mente divagaba, imaginando una vida llena de libros, libretas, blocs y hojas donde íbamos a escribir nuestra historia.
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