Carta de una prostituta a sus clientes
Sí, me llamas zorra. Exiges que abra las piernas, destrozas mi vagina con tus arremetidas convulsas y dejas tu aliento putrefacto impregnado en mi cuello, cansado de tantas mordidas sanguinolentas que marcan tu boca.
Sí, me llamas cualquiera. Quieres que me volteé y te dé el culo, sangrante de todas esas veces que ansias perforar. Y si me niego, te crees con el derecho de golpearme hasta dejarme irreconocible, mientras te abrochas el pantalón y ríes sarcásticamente.
Sí, me llamas ramera. Pretendes que te mame la verga, llena de esmegma, chancros y humillación. Y si acaso uno de tus pelos se llega a atorar entre mis dientes, mi paga es una cachetada, que me deja más aturdida que las drogas que busco a diario, no para viajar, sino para olvidar.
Sí, me llamas puta. Demandas que te bese, acaricie, ame. Pero si te pido que uses condón, te enojas al punto de la demencia, me pateas y después de todo, me penetras así, sin más, asfixiándome con el peso de tu mierda, obligándome a permanecer inerte mientras terminas dentro de mí, sintiendo tu semen resbalando, manchando no solo el colchón, también mi alma.
Pero recuerda, soy esa zorra que busca no solo complacerte, también escucharte. Porque muchas veces has acudido a mí llorando, cansado de tu misera existencia, al punto de explotar y no saber que más hacer. Sí, soy esa cualquiera que te ha salvado la vida, al persuadirte con mis manos, mimando tu miembro, de no buscar el suicidio, ese que ronda tu cabeza cada noche de soledad y desamor. Recuerda que soy esa ramera que te dio una palabra de aliento cuando en tu casa solo escuchabas quejas y reclamos, cuando tus hijos se burlaron de ti y tu mujer te engaño por enésima vez, después de descubrir lo poco hombre que eres. Sí, soy esa puta que buscas tú, no te busco yo, a la cual le avientas los billetes para que los recoja como una perra; pero que a pesar de todo, cada vez que te presentas en mi puerta te dejo entrar, con la esperanza de que sea la última vez que te vea, no porque no necesite el dinero, sino porque mi único deseo es que encuentres aquello que te ha obligado hallarme.
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