Tr3s microMIERDAS
Duermevela
Abrió los ojos por última vez. La luz le quemó las retinas, plasmando en su memoria el momento exacto en el que cerraban el ataúd. Sumido en la obscuridad, tomo la que, probablemente, haya sido la decisión más inteligente de toda su vida: Fingir su muerte, para morir realmente.
Paquito
Paquito subió las escaleras, descalzo. No prendió la luz, a pesar de ser medianoche. Fue a la cocina, tomo un encendedor, un cuchillo y una lata de aceite. Con las cosas en mano, entró a la recámara principal y le prendió fuego. Cuando los bomberos le preguntaron el porqué del cuchillo, Paquito, con su sonrisa de oreja a oreja, respondió: Si mi papá se despierta, mato a mi hermanita rápido, para que sufra menos de lo que ya ha sufrido.
Atemporal
Dios, en su infinita sabiduría, nos ha dejado solos para que entendamos una cosa: Hay que buscar la muerte, día a día, hasta poder comprender que todo fue en vano.
Abrió los ojos por última vez. La luz le quemó las retinas, plasmando en su memoria el momento exacto en el que cerraban el ataúd. Sumido en la obscuridad, tomo la que, probablemente, haya sido la decisión más inteligente de toda su vida: Fingir su muerte, para morir realmente.
Paquito
Paquito subió las escaleras, descalzo. No prendió la luz, a pesar de ser medianoche. Fue a la cocina, tomo un encendedor, un cuchillo y una lata de aceite. Con las cosas en mano, entró a la recámara principal y le prendió fuego. Cuando los bomberos le preguntaron el porqué del cuchillo, Paquito, con su sonrisa de oreja a oreja, respondió: Si mi papá se despierta, mato a mi hermanita rápido, para que sufra menos de lo que ya ha sufrido.
Atemporal
Dios, en su infinita sabiduría, nos ha dejado solos para que entendamos una cosa: Hay que buscar la muerte, día a día, hasta poder comprender que todo fue en vano.
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