La eternidad solo dura un segundo
No digas que no, no vale la pena. Deja que me engañe a mi mismo, solo deja que sea feliz un poco más.
No digas que no, nunca importo nada. Deja que el recuerdo de tu piel se impregne en mis dedos y manche el cuello de mi camisa. Total, el tiempo se encargará de borrarlo también.
No digas que no, tu cabello aún se aferra a mis brazos. Vamos a fumar un último cigarro antes de despedirnos, dejemos que el humo se evapore en círculos y besos.
No digas que no, la noche ha dejado de ser negra. El eclipse que se avecina nos rodea de luz ultravioleta, marcando nuestras siluetas en dos caminos separados que no volverán a encontrarse.
No digas que no, miénteme. Engáñame, hiéreme, mátame. Yo sé que puedo soportar aquello que me arrojes, siempre y cuando no te olvide.
No digas que no, solo deja que me desangre. Olvídame antes de que recuerdes el olor de mi pecho, las canciones de madrugada y las viejas fotografías bajo el techo.
No digas que no, reescribe la historia. Deja que te envuelva en mantas calientes, por sobre todas las cosas, donde no hay frío, donde estás segura, pero tampoco hay calor.
No digas que no, miéntete. Solo así podrás decirme que eres feliz. Y así lo aceptaré. No hay nada más sublime que ver a través de los ojos del tiempo, que dejan huellas imborrables, marcadas con tinta y sangre, con dolor de huesos y rodillas que se arrastran por entre fango y lodo, que ya no piensan en alcanzar nada, solo quieren llegar a donde la tierra es un poco más plana, dejando atrás todo, dejando atrás nada, dejando aquello que se perdió y que ya no vale la pena encontrar, por más que se busque, por más que se añore, por más que se llore.
Porque al final del camino, la eternidad solo dura un segundo.
No digas que no, nunca importo nada. Deja que el recuerdo de tu piel se impregne en mis dedos y manche el cuello de mi camisa. Total, el tiempo se encargará de borrarlo también.
No digas que no, tu cabello aún se aferra a mis brazos. Vamos a fumar un último cigarro antes de despedirnos, dejemos que el humo se evapore en círculos y besos.
No digas que no, la noche ha dejado de ser negra. El eclipse que se avecina nos rodea de luz ultravioleta, marcando nuestras siluetas en dos caminos separados que no volverán a encontrarse.
No digas que no, miénteme. Engáñame, hiéreme, mátame. Yo sé que puedo soportar aquello que me arrojes, siempre y cuando no te olvide.
No digas que no, solo deja que me desangre. Olvídame antes de que recuerdes el olor de mi pecho, las canciones de madrugada y las viejas fotografías bajo el techo.
No digas que no, reescribe la historia. Deja que te envuelva en mantas calientes, por sobre todas las cosas, donde no hay frío, donde estás segura, pero tampoco hay calor.
No digas que no, miéntete. Solo así podrás decirme que eres feliz. Y así lo aceptaré. No hay nada más sublime que ver a través de los ojos del tiempo, que dejan huellas imborrables, marcadas con tinta y sangre, con dolor de huesos y rodillas que se arrastran por entre fango y lodo, que ya no piensan en alcanzar nada, solo quieren llegar a donde la tierra es un poco más plana, dejando atrás todo, dejando atrás nada, dejando aquello que se perdió y que ya no vale la pena encontrar, por más que se busque, por más que se añore, por más que se llore.
Porque al final del camino, la eternidad solo dura un segundo.
Hasta el tiempo deja de tener sentido.
ResponderBorrar"Y con el paso de extraños eones, incluso la muerte puede morir..."