Diana

Diana había perdido recientemente a su perrito. Había dejado la puerta abierta de su departamento solo por un momento, mientras sacaba la basura, por lo que su cachorro aprovecho la oportunidad, corrió directo a la calle y aunque ella lo persiguió, sus ojos vieron tristemente como se hacía cada vez más pequeño, alejándose felizmente de su lado. 

Después de perseguirlo por un rato, regreso a su departamento y lloro todo el día, ni siquiera se molestó en llamar a su trabajo y reportarse enferma, por lo que a los tres días de ausencia la despidieron sin más. Un whatsapp de su jefe, recriminándole que le había dejado la chamba tirada, que de seguro le había robado algo y terminando con “ni se te ocurra venir por tu finiquito, porque no te voy a dar ni madres”, hicieron que se hundiera más en esa depresión que comenzaba a florecer, dejándola tirada días enteros en la cama, llorando por las noches y sacudiéndola con sudores fríos, que le hacían frotase las manos hasta el punto de lastimarse los dedos. 

—A ver, recuérdame, ¿cuántas mascotas has tenido en tu vida?
—Muchas, pero tres son las importantes. Mencho, el pez dorado, que se murió porque le puse mucha comida un fin de semana que me fui de campamento, se la trago toda el muy puerco y se ahogó en su propia mierda. Jacinta, la gata siamesa que había rescatado de un refugio, pero que un día simplemente llegue a la casa y ya no estaba, ah, pero eso sí, la muy ingrata dejo limpio el plato de comida. Y Tortugo, este pinche perro que nunca había hecho ni madres, se la pasaba echado todo el día mordiendo mis zapatos, que cuando lo sacaba a caminar, tenía que regresar cargándolo porque el muy huevon a las dos cuadras ya no quería seguir. Y un día, de repente, todas sus energías acumuladas durante el tiempo que estuvo conmigo se dispararon y salió corriendo como si se lo llevara el diablo. 
—¿Y por qué esas tres son las más importantes para ti?

Esa pregunta la hizo llorar de nuevo. Recordó cuando, a los quince, había ido a una feria con su hermano y después de pasar toda la tarde con él, subirse a los juegos mecánicos y gastarse todo el dinero que tenían entre los dos, pasaron por el último puesto de tiro al blanco que estaba abierto.  Él le había prometido que todos los premios que sacaran serian para ella, pero no habían tenido suerte. Así que, juntando los pesos y centavos que tenían, le pago al tendero y después de afinar muy bien la puntería, tiro los tres patitos de metal necesarios para ganarse un pececito dorado metido en una bolsa llena de agua pintada de azul. Recordó como había saltado de felicidad, se colgó de cuello su hermano y le dejo marcado un beso en el cachete. Era el cierre perfecto para una tarde perfecta.
Una semana después, encontraron a su hermano colgado de la rama del árbol del patio trasero, con una nota en su pantalón que decía: “los amo, disculpen las molestias que esto les va a causar. No me lloren, ya lloré yo lo suficiente”.

A la gata la rescataron de un refugio ella y su pareja, con quien había comenzado a vivir hacia unos tres meses. Rentaban un bonito departamento, nada lujoso, pero si más que suficiente para los dos. Ella no trabajaba y se la pasaba todo el día en casa, aburrida, ya que no había mucho que hacer y antes del mediodía la casa estaba recogida y la comida lista. Así que decidieron que una mascota era una buena idea, que la acompañara y le diera un poco de movimiento al hogar.
Habían salido un sábado temprano y fueron a varias tiendas de mascotas. Vieron perros, gatos, iguanas, cotorros y hurones. Pero ninguno les había llamado la atención, todos tenían un pero, ya sea porque estaba muy grande, o es muy pequeño, o necesita muchos cuidados, o simplemente no, porque no. Así que después de pasar más de medio día dando vueltas por la ciudad, llegaron al refugio como última opción. Ahí la vieron, una gata hermosa, con el pelaje gris y las patitas blancas, recostada en una jaula. En el momento en que los vio, se levantó y comenzó a ronronear, dando vueltas, altiva y segura de si misma. Se enamoraron los dos en ese instante de ella y después de firmar unos papeles se la llevaron a casa.
Su pareja la engaño durante más de un año con cinco mujeres distintas, entre ellas una prima, a la cual embarazó. Después de enterarse, lo corrió de la casa y no volvió a saber de él, hasta unos meses después, cuando la invitación a la boda de su prima con su ex, la esperaba en el buzón, riéndose burlonamente de ella.

El perro fue un regalo de su mejor amiga. Después de su separación, había perdido la fe en el amor y decidió que era momento de aceptar que se iba a quedar sola. Así que se cambió de casa y look, comenzó a frecuentar más a sus amigos, a salir de peda y tener una vida más social. Conoció a una chava que había pasado por algo similar a ella y ese punto en común las hacía llorar, reír y congeniar, a tal grado de que al año de conocerse eran ya inseparables. En muchas ocasiones hablaron de hacerse roomies y las bromas acerca de volverse lesbianas o ser las tías solteronas y ricas de sus respectivas familias eran tema de conversación de todos los días, pero por x o y nunca terminaban de cuajar los planes. Todos los días comían juntas y los fines de semana era muy común que se les viera llegar juntas al bar “Le Garage”, tomarse unas copas y cerca del cierre se iban riendo a carcajadas, dejando a más de uno enamorado y deseoso de llevarlas a algún motel, pero ellas solo les daban alas y los dejaban embelesados y excitados.
Una mañana de diciembre, en su cumpleaños, llego su amiga con una caja pequeña. Era el Beagle más hermoso que había visto en su vida y después de abrazar a la cumpleañera y le dijo: “¡mira, este pequeño va a ser nuestro consuelo cuando nos mudemos juntas! Ya no nos podrán decir que no tenemos un macho en nuestras vidas”. Rieron, desayunaron y planearon una vez más la mudanza y las cosas que tendrían, la casa, los muebles y hasta todos los animales que serían sus fieles compañeros, no como los malditos hombres pito fácil y culeros, que nada más les ponían unas faldas enfrente y se iban como moscas a la mierda. Pasaron el resto del día juntas y al anochecer, después de que un par de botellas de vino yacieran vacías en el suelo, se fue a su casa.
Tres días después y sin haber tenido noticias de ella, la encontraron sin vida, violada, golpeada y maniatada en una casa abandonada a tres calles de donde vivía. Al parecer, llegó ebria a su casa, dejo la puerta abierta y alguien se metió. Aún no daban con el asesino, pero las investigaciones eran muy alentadoras, pese a que su archivo poco a poco iba quedando olvidado bajo los nuevos casos que llegaban todos los días.

—No lo sé. ¿Por qué tendrían que ser importantes? Se murieron o me abandonaron. ¿No es eso acaso lo que todos han hecho conmigo? Olvidarme, relegarme, usarme, lastimarme. ¿Qué significan mis mascotas para mí? ¿Un recuerdo que todo termina, de las personas que me amaron, me aferro a ellas porque no puedo dejarlas ir? ¿De qué estoy sola, que siempre estuve sola y que moriré sola?
—Ok. Recuerdo de los que te amaron. Y tú miedo a la soledad. Estás basando tu vida en otras personas. ¿Por qué? ¿Tú dónde quedas? ¿Qué estás haciendo TÚ por ti misma?

Diana se enjuagó las lágrimas que aún corrían por su rostro. No había pensado en ella misma desde hace mucho tiempo, no tenía ganas de hacerlo, estaba cansada y levantarse todos los días era más por obligación que por que ella quisiera. La vida cuesta y no podría esperar a que lo que quedaba de su familia se hiciera cargo de ella. Si hubiera querido suicidarse, ya lo hubiera hecho desde hace mucho tiempo, pero tampoco tenía el valor suficiente. La muerte le daba miedo.
Se estrujó nuevamente los dedos hasta dejarlos rojos y clavo la mirada en el piso. Pensaba en su hermano, su pareja, su amiga. Todos se habían ido. Era indiferente ante el mundo, su existencia no significaba nada para nadie. Si se fuera no se notaría su ausencia. ¿Irse a dónde? ¿Huir? ¿Cambiar? No era fácil, ni siquiera estaba segura de querer hacerlo. ¿Qué caso tiene? ¿Para qué?

La sesión terminó en silencio, con un gracias, nos vemos la próxima semana. Salió hacia la calle, con la luz de sol escondiéndose tras unas nubes que amenazaban lluvia. Camino hacia su departamento, mientras que la última pregunta seguía dando vueltas en su cabeza. ¿Qué iba a hacer ELLA por si misma?[no-sidebar]

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